Dr. Álvaro Fernández Luna. Profesor en la Universidad Europea de Madrid. alvaro.fernandez2@uem.es; @lunafdez
Era un domingo perezoso, la
ventolera silbaba tras la ventana invitándote a quedarte quieto, donde estabas.
Acababa de comer en casa de mi tío uno de esos guisos exquisitos a los que me
estaba malacostumbrando los domingos. Como siempre, nos dispusimos a pasar la
tarde viendo la caja tonta y disfrutando de conversaciones animadas sobre mil y
un temas. En familia. En ese momento me percaté de que estaban emitiendo una
buena película que había visto en el cine. Reciente pero buena. Así que animé a
mis tíos a que la viéramos juntos.
La película trataba sobre las desventuras,
infortunios y heroicidades de una fragata de guerra Inglesa en el S.XIX en su
dura pugna con una nave Francesa superior en tripulación y potencia de fuego.
La película se ambientaba en los confines del mundo, cerca del cabo de Hornos
(donde terminaba “La Narración de Arthur Gordon Pym”, de Poe), contaba con una
fotografía excelente. Mostrando planos de lugares que muy pocos han pisado a
día de hoy.
Pero más allá de lo bien rodada
que está, la espectacularidad de las batallas y la indudable belleza de sus
imágenes, lo que más destaca de esta película y lo que probablemente hizo que
naufragara en taquilla es la gran carga humana que atesora. Propia de una
película clásica o de una novela en las que se inspira. Historias en las que el
letimotiv de la “aventura” no se limitaba a una sucesión de peleas y acrobacias
a cual más extrema, sino a la adversidad a la que ciertos hombres han de
enfrentarse física y psicológicamente. Estamos hablando de Stevenson, London,
Kipling, Poe… cosas que debería leer todo el mundo.
De esta manera, nuestros
marineros se enfrentan a duras pruebas: un ataque por sorpresa, la calma chicha
con el calor del trópico, duras tempestades, la presencia de un “gafe” entre la
tripulación... Y para superar tales tormentos no les queda más remedio que
arrimar el hombro, ¿pero cuál es su límite? En este caso las relaciones entre
los personajes y sus rutinas en cubierta están narradas minuciosamente. Planteándose
dos alternativas a cómo puede funcionar tal engranaje en unas situaciones tan
extremas: ¿se trata de la disciplina basada en el respeto absoluto a los
oficiales, o del carisma del líder? A esta cuestión intenta dar respuesta el
personaje más racional y progresista del relato: el médico naturista amigo del capitán.
Planteándole los inconvenientes de la disciplina absoluta (que incluso llega al
castigo físico) así como el indudable respeto y admiración que le muestra su
tripulación: “hagas lo que hagas te seguirán”.
Y mientras visionaba esta gran
película, vino a mi mente una posible respuesta a un dilema reciente sobre otra
de mis pasiones además del cine, el fútbol: ¿Qué le había pasado al F.C Barcelona
en las últimas jornadas? La solución se
encontraba ante mis narices: La tripulación no tenía un Capitán al que seguir.
Ante todo, mi objetivo no es menospreciar
la tarea de Jordi Roura ni insinuar que éste sea un mal capitán. Pero desafortunamente
el liderazgo admiración se gana a fuego lento, y este líder ha tenido que
asumir la responsabilidad de un gran buque de guerra de forma inesperada por
las aciagas (y deseamos temporales) circunstancias de Tito Vilanova. Éste
ultimo fue primer oficial (de puente o cubierta) durante la etapa de Guardiola,
y esto le hizo fraguarse una reputación entre la tripulación que minimizó el
impacto de la marcha de un gran líder como Pep.
Jordi Roura no ha contado con
este periodo de mando, y a pesar de que nadie duda de que sus decisiones han
sido acertadas en el terreno de juego, se nota un cierto hastío en los jugadores
y una falta de motivación (una sexta marcha) que hasta ahora el equipo siempre
parecía poseer.
Quizás, si no hubiera leído a
grandes expertos en liderazgo en la empresa y el deporte como Leonor Gallardo y
Juan Carlos Cubeiro no me percataría de su suma importancia. No basta
con saber gestionar bien un equipo, hay que motivarle y sacar lo mejor de cada
uno de sus componentes, sea cual sea su función. Dentro de una tripulación,
como se aprecia en la película, hay trabajadores más carismáticos y eficientes
que otros, pero cada uno cumple su cometido: pilotos, maestres, marineros,
servicio... Un vestuario de fútbol es exactamente lo mismo. Pero si falla la
motivación, si no somos capaces de establecer un rumbo, iremos a la deriva.
En el extremo contrario, podría
encontrarse el caso de José Mourinho que, según la farándula que supone gran
parte (no toda) de la prensa deportiva actual, tiene sus días contados en un
Gran Club como el Real Madrid. Más allá de la veracidad de esta información,
Mou podría ser perfectamente el Capitán de la película, anteponiendo el éxito
de su nación (su club) y su gloria personal a las circunstancias adversas,
luchando contra ellas, y manejando a su equipo con disciplina. Y a pesar de
ello, ningún jugador hablará mal de él (al menos en público) y le seguirá “haga
lo que haga”.
Como vemos, de nuevo, la historia
se repite. Los tiempos, las personas, los valores cambian. Pero lo que no
plantea ninguna duda es que el liderazgo es un valor en alza, y cuando se
carece de él, o se utiliza de forma incorrecta, hace que hasta los acorazados se
pierdan en el fondo del océano: ¿no creen?
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