María Plaza Carmona
Becaria de invetigación. UCLM
@plazacarmona
El control de la hipertensión arterial (HTA) constituye uno de los pilares esenciales en la prevención de enfermedades cardiovasculares. Se estima que afecta a un 26% de la población y que para el año 2025 casi un 30% de la población será hipertensa. En España su prevalencia en adultos es de aproximadamente un 30%; de este grupo de personas un 35% no es consciente de que tiene HTA; un 45% de los hipertensos no recibe tratamiento y dos tercios de los hipertensos tratados no están controlados de forma adecuada. En estudios longitudinales se han indicado que valores de presión arterial en los intervalos de 130-139 y 80-89 mmHg se asocian con un riesgo relativo de enfermedad cardiovascular dos veces superior a aquellos cuya presión arterial está por debajo de 120/80 mmHg. Aunque dichos valores no implican HTA (diagnosticada con valores superiores a 140/90 mmHg), si indica individuos de alto riesgo para desarrollar hipertensión. Estos individuos no son tributarios de fármacos, pero debe modificar su estilo de vida para reducir el riesgo de desarrollar en el futuro HTA.
El objetivo terapéutico para todos los pacientes con HTA es lograr valores menores o iguales a 140/90 mmHg. La adopción de un estilo de vida sano, basado en el control de peso, aumento de la actividad física, dieta saludable, restricción de sodio, consumo moderado de alcohol y abandono tabáquico es esencial para estas personas. Si la adopción de estas medidas no son suficientes para el objetivo de presión arterial, estableceremos un régimen farmacológico.
La mayoría de los estudios longitudinales ponen en manifiesto que las cifras de presión arterial son inversamente proporcionales a la forma física del individuo, estos mismos estudios apoyan la teoría que el ejercicio practicado de forma regular se asocia a una disminución de las presiones sanguíneas en reposo. El ejercicio aeróbico desciende, por término medio, las cifras de tensión de reposo de 3 mmHg en las presiones sistólica y diastólica de normotensos; a 10 mmHg en la sistólica y 8 mmHg en la diastólica en los hipertensos graves. En general, las personas que tienen una HTA severa, mejorarán más que las que tienen una HTA moderada. Mientras que las personas que tienen una tensión arterial normal disminuirán muy poco su presión en reposo, pero evitarán el aumento de dicha tensión que se observa con la edad en las personas sedentarias.
Parece ser, que los efectos positivos del ejercicio dinámico están mediados por una disminución de la actividad adrenérgica, lo que se pone de manifiesto por las consecuencias de carácter hemodinámico y neurohumoral detectadas tras la práctica física.
En definitiva, todas las modificaciones que el ejercicio físico practicado de forma regular, van a permitir reducir la presión arterial, prevenir o retrasar la incidencia de HTA, aumentar la eficacia de los fármacos hipotensores y disminuir el riesgo cardiovascular. Es tan importante la actividad física que en el caso de HTA severa (mayor o igual a 180/110 mmHg) se recomienda combinar con la medicación un programa de entrenamiento adaptado a la condición física de la persona; pues la combinación de los dos con el tiempo permite una disminución de la dosis de medicación. Más importante es en el caso de HTA ligera o moderada (140-179/90-109 mmHg), dónde los efectos positivos del programa de entrenamiento son similares a los que produce la medicación que se prescribe habitualmente, con la diferencia de que el entrenamiento físico se acompaña de una mejora de otros factores de riesgo; mientras que algunos de los medicamentos para la HTA no están exentos de riesgos secundarios que pueden incluso empeorar otros factores de riesgo del propio individuo. De ahí subrayar la importancia de elegir como tratamiento ante numerosas enfermedades la realización de un programa de ejercicio físico en lugar de la medicación, aportando también esto un gran ahorro económico en coste farmacológico.
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