Habitualmente, podemos observar en
documentales la existencia de animales que por sus características peculiares o
su reducida población son considerados especies protegidas, gozando de una
serie de privilegios carentes en otras familias de seres vivos.
Si extrapolamos esta
conceptualización al mundo de las instalaciones deportivas y más concretamente
a la práctica del fútbol, observamos como el césped artificial en el alto
rendimiento deportivo posee todas las características necesarias para ocupar el
rango de especie protegida. Su reducida implantación en la élite futbolística,
su gran capacidad de adaptabilidad y el apoyo de los más altos estamentos
futbolísticos (FIFA y UEFA) le confieren los requerimientos necesarios para
disponer de una serie de ventajas sobre el césped natural.
Sin embargo, numerosos “cazadores” continúan su
persecución hacia el césped artificial, saltándose las barreras de protección
con opiniones sin fundamento, estancándose en tradicionalismos y frenando la
escala evolutiva e innovadora. En algunos casos, es tal el desconocimiento, que
se ha llegado a situar al césped artificial como el principal hándicap para el
juego del F.C. Barcelona en su próximo partido frente al Spartak de Moscú en la
fase de grupos de la UEFA Champions League, alegando las escasas propiedades
deportivas de esta superficie. Incluso, se ha llegado al extremo de empezar a
utilizar la tipología del pavimento para justificar una posible derrota del
equipo dirigido por Tito Vilanova.
Posiblemente, todas las opiniones
vertidas no tengan constancia de que este tipo de superficies, a diferencia de
los campos de césped natural, deben pasar exhaustivas evaluaciones y controles
anuales de obligado cumplimiento que garantizan unas condiciones óptimas de
funcionalidad deportiva y de seguridad para los jugadores. Es por ello, por lo
que los principales detractores del césped artificial deberán buscar nuevos
argumentos a la hora de criticar la idoneidad de este pavimento para la élite
futbolística.
Todo ello, hace que nos preguntemos
si en realidad el césped artificial es una especie protegida o perseguida. En
este sentido, mi respuesta es clara, el único pavimento que goza de
determinados privilegios es el césped natural, una vez constatada la escasa
repercusión que ha tenido el mal estado de algunos campos de clubes españoles
en este inicio liguero.
Afortunadamente, el apoyo
institucional favorecerá el progreso del césped artificial, evitando la
extinción de la élite futbolística que promueven determinados sectores.
Javier
Sánchez Sánchez
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